Durante la década de los años 90, no solo llegaron a nuestro país innumerables bandas de rock y solistas de fama mundial, tanto haya sido en su apogeo o en retirada, sino que también contamos con la visita de pensadores europeos, americanos y asiáticos de alto nivel y reconocimiento. El listado que evoca un breve ejercicio de memoria incluye nombres como los de Ilya Prigogine, Edgar Morin, Cornelius Castoriadis, Heinz von Foerster, Ernst von Glasersfeld, Zbigniew Brzezinski, Evelyn Fox Keller, W. Barnett Pearce, Jean Braudillard, Saburo Okita, Félix Guattari, Mony Elkaïm, Mark Wigley, y Magoroh Maruyama, entre otros.
La mayoría de estos intelectuales se mostraba muy entusiasta y accesible. Y más allá del alegre espíritu globalista que recorría el mundo, insistían en no perder de vista que el totalitarismo no había muerto con la caída del muro de Berlín sino que, muy por el contrario, señalaban su constante desarrollo y sofisticación a la sombra de tanta irreflexiva algarabía.
Las políticas de Reagan y Thatcher tenían, por entonces, entre sus mejores alumnos a Carlos Salinas de Gortari en México, al efímero Fernando Collor de Mello como presidente de Brasil, al recientemente homenajeado Carlos Menem en Argentina, y a Alberto Fujimori en Perú quien, entre otras cosas, cerró el Congreso de su país. Fue justamente el Fujimorazo el que inauguró un nuevo debate entre los neologismos “dictablanda” y “democradura”, que ya daban cuenta de la incompatibilidad de los modelos neoliberales, el Estado Nación, la democracia representativa y la construcción de ciudadanía.
Transcurridos 35 años desde la caída del muro, la brecha entre los modelos de negocios globales, el Estado, la democracia y la ciudadanía, se ha profundizado en un mercado potenciado por su desarrollo digital exponencial, que desborda toda regulación local y que produjo, a la vez, una nueva troupe de billonarios con base en empresas tecnológicas, que parecen avanzar en la promoción de nuevos modelos de gobernanza, muy a medida de sus necesidades.
Plataformas digitales: tan lejos, tan cerca
En ese mercado, las plataformas digitales tienen un protagonismo clave. Por plataformas digitales nos referimos a lo que comúnmente se llama “las redes sociales”, propiedad de billonarios cómo Jeff Bezos (Amazon y sus subsidiarias AbeBooks.com, Audible, CamiXology, Fabric.com, IMDb, PillPack, PrimeVideo, Shopbop, Souq.com, Twitch, Whole Foods Market, Woot! y Zappos), Mark Zuckerberg (Meta: Facebook, Instagram, WhatsApp, Threads), Larry Page, Sergey Brin, Eric Schmidt (Google, Youtube) y Elon Musk (X) e implica a la red de arquitecturas digitales programables diseñadas para organizar interacciones entre usuarios (individuales, grupales, organizacionales, etc.) orientadas a la recolección sistemática, el procesamiento algorítmico, la circulación y monetización de datos de sus múltiples usuarios, generando diferentes modalidades de mediatización y sistemas complejos de intercambios discursivos sociales a través de las mismas. De este modo, tal como señala José Luis Fernández, “todo aspecto de la vida social es susceptible de ser, en algún sentido, gestionado a través de plataformas”.
Lo que llama la atención es que, en las plataformas, la conversación entre ciudadanos cada vez más conectados y replegados en su propio registro individual y algorítmico está, por lo general, fuertemente caracterizada por emociones negativas hacia la calidad de vida en nuestras sociedades, mientras que la causa de las crisis financieras globales y de los niveles inéditos de desigualdad económica mundial, parece ser solo responsabilidad de los políticos profesionales, las instituciones democráticas y la acción de los Estados.
Entre esos niveles inéditos de desigualdad económica global señalamos el que traza la línea de pobreza extrema en los 700 millones de personas que viven con menos de 2,15 dólares al día. Esto, según el propio Banco Mundial, vuelve inalcanzable el Objetivo de Desarrollo Sostenible de poner fin a la pobreza extrema para 2030, el cambio climático, los 281 millones de migrantes internacionales —personas desplazadas por conflictos de diversa índole, violencias u otros motivos— según el Informe sobre las Migraciones en el Mundo 2024. Solo por mencionar algunas variables.
Ese es el trending topic de la conversación política global, reproducido al infinito por un incesante desfile de lugares comunes tales como: “El Estado te saca libertades”. “El cambio climático no existe”. “La culpa es de la Agenda 2030”. “Todos los políticos son iguales”. “El sector privado es más eficiente que el sector estatal”. “La homosexualidad se cura con terapia”. “Para qué protestan las feministas si hay igualdad ante la ley”. “Las vacunas son un negocio del Estado con los laboratorios”. “En la escuela adoctrinan”. “Para qué vas a estudiar, para ser pobre como tus profesores”. “La ideología de género les pudrió la cabeza”. “Los impuestos frenan el normal desarrollo de los mercados”. y tantos otros latiguillos similares de alto impacto y viralización.
Hasta el infinito y más allá, forjando una narrativa que ha logrado encauzar el descontento de una nueva modalidad de ciudadanos conectados a plataformas digitales sin las cuales es imposible trabajar, estudiar, o formar parte de la sociedad contemporánea, hacia corrientes políticas reaccionarias que parecían olvidadas, emparentadas directamente con las dramáticas experiencias del totalitarismo durante el siglo XX.
Pensar el totalitarismo en el siglo XXI
El totalitarismo ha desarrollado, en el siglo XX, un amplio debate en el que participaron pensadores tales como Hannah Arendt, Zbigniew Brzezinski, Karl Popper, Raymond Aron y Norberto Bobbio, quienes, en conjunto, ofrecen una comprensión multifacética del totalitarismo en aquel siglo, destacando su naturaleza represiva, ideológica y manipuladora.
En el debate público contemporáneo, conviene recordar que, cuando se habla de totalitarismo, autoritarismo y fascismo como sinónimos, se pasa por alto que son sistemas políticos distintos y que, si bien comparten ciertas características, se diferencian en varios aspectos clave, que mencionaremos muy brevemente en este trabajo. El totalitarismo implica un control absoluto del Estado sobre todos los aspectos de la vida pública y privada, ejercido a través de la propaganda, el terror y la represión. El autoritarismo, se caracteriza por un gobierno centralizado con un líder o élite que ejerce un control autoritario sobre el país, limitando las libertades políticas y la participación ciudadana. El fascismo es ultranacionalista, antidemocrático y glorifica la violencia y el militarismo, promoviendo la supremacía de la nación sobre el individuo y la obediencia al líder carismático.
En la dinámica política del siglo XXI, algunos movimientos de ultraderecha exhiben tendencias que evocan elementos del totalitarismo. Estos grupos suelen centrarse en un nacionalismo extremo, promoviendo la supremacía de la identidad nacional y la exclusión de minorías étnicas o culturales, a menudo acompañado de retórica antiinmigrante y antipluralista.
Dos filósofos, quienes curiosamente se referencian en la caracterización realizada por Michel Foucault para los filósofos del presente, a quienes denominaba como periodistas radicales, realizan, en esta última década, muy interesantes aportes para reflexionar acerca de la deriva totalitaria en el siglo XXI.
Por una parte, Byung-Chul Han, pensador best seller surcoreano residente en Berlín, quien reflexiona acerca de un nuevo “régimen de la información” como: “la forma de dominio en el que la información y su procesamiento mediante algoritmos e inteligencia artificial, determinan de modo decisivo los procesos sociales, económicos y políticos” (2022).
En el régimen de la información, la producción, manipulación y distribución de datos y mensajes, se convierte en un instrumento fundamental de control y dominación. Las tecnologías de la información y la comunicación, como las redes sociales, los motores de búsqueda y los dispositivos móviles, facilitan la recopilación masiva de datos sobre los individuos, permitiendo un seguimiento perfilado cada vez más detallado de sus comportamientos y preferencias. De este modo asistimos al relevo de la “mediocracia” (democracia de los medios masivos) por la “infocracia” que, si bien comparte con el totalitarismo clásico la búsqueda de un control total sobre la sociedad, lo hace de una manera diferente, aprovechando las tecnologías digitales y la sobreabundancia de información en la era contemporánea. Para sustituir la racionalidad por la inteligencia y luego la reacción a un flujo incesante de fake news y teorías conspirativas, donde el discurso, la otredad y la comprobación de datos, han pasado de moda y, con ellas, también la política.
Esta forma de totalitarismo informativo plantea desafíos importantes para la autonomía individual y la democracia, ya que puede generar una falsa sensación de libertad mientras se perpetúan estructuras de dominación y control auto-producidas por los propios usuarios, quienes ya no necesitan ser vigilados sino que, mediante la adopción de la transparencia como valor, tienen una presión para la auto exposición constante, que se manifiesta en la necesidad de compartir cada detalle de sus vidas, según ciertos estándares de visibilidad y conformidad social, en las plataformas digitales.
Por otra parte, Eric Sadin, pensador francés que ha visitado recientemente nuestro país y conocido por sus reflexiones sobre la relación entre la tecnología, la sociedad y la cultura contemporáneas, también examina críticamente en su obra el impacto de la tecnología digital en diversos aspectos de la vida contemporánea, incluidas la política y la democracia.
Sadin argumenta que la tecnología digital y las plataformas en línea han creado nuevas formas de control y dominación que pueden ser comparables en ciertos aspectos al totalitarismo clásico, a partir de la proliferación de dispositivos digitales, la recopilación masiva de datos y el poder concentrado en las grandes empresas tecnológicas, que pueden dar lugar a una forma de totalitarismo, al que denomina “totalitarismo de multitud” (2022), en donde el control se ejerce a través de la conformidad social y la vigilancia algorítmica. En este sentido, sus reflexiones sobre el totalitarismo de multitud buscan alertar sobre los posibles peligros y riesgos de la tecnología digital cuando se utiliza de manera irresponsable, o sin un adecuado escrutinio crítico por parte de la sociedad: “cuando queremos saber qué hacer con estos sistemas, pedimos opinión a los ingenieros. Creo que más bien habría que escuchar a los médicos, a los profesores, a la sociedad” (2023).
Desde estos prismas de observación que brindan la “infocracia” y el “totalitarismo de multitud”, es necesario observar la acción política de los líderes populistas de ultraderecha, quienes, aprovechando el descontento económico y social y la potencia inédita que brindan a la persuasión los datos procesados en tiempo real por las plataformas digitales, ganan seguidores. Lo hacen al prometer soluciones simplistas a problemas complejos, lo que puede conducir a un culto a la personalidad y una lealtad incondicional. El filósofo político Daniel Innerarity (2020) en Una teoría de la democracia compleja, advierte que el peor de los males para la democracia son las respuestas simples a problemas complejos.
En situaciones más extremas, estos movimientos pueden abogar por políticas autoritarias que restringen las libertades civiles y debilitan las instituciones democráticas, lo que representa una amenaza real y presente para la democracia y los derechos humanos en todo el planeta.
Díaz Ayuso, Milei y la centralidad de la “nueva” ultraderecha global
En un viaje reciente a Madrid, el presidente argentino Javier Milei, participó de un acto político de Vox (partido español de ideología ultraconservadora y ultranacionalista), en declive en sus guarismos electorales recientes, pero señalado por Steve Bannon (conocido estratega de Donald Trump), como representante de la nueva derecha en Europa. En dicho encuentro, realizado fuera de toda agenda diplomática oficial por parte del gobierno argentino, Milei repitió una vez más la fórmula y los tópicos clásicos de la “nueva” ultraderecha global, que forman parte medular de su discurso, y también se permitió insultar a Pedro Sánchez, presidente del gobierno de España, lo que desató una crisis diplomática que, al momento de la publicación del presente trabajo, se encuentra aún en desarrollo.
Fiel a su particular estilo, Milei se niega a pedir las disculpas exigidas oficialmente por el gobierno español y, tras su regreso al país, continuó insultado a Sánchez en diversas entrevistas y foros.
Su performance no lo ha dejado en soledad en suelo español. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, quizá motivada por evitar que Vox capitalice políticamente la atención que ha concitado el conflicto bilateral en marcha, respaldó fuertemente al mandatario argentino, afirmando que el socialismo español le faltó el respeto, y negando el resultado en las urnas de nuestro país, lo que agregó, en varios posteos realizados en su cuenta oficial de la red social X, frases tales como: “la deriva peronista que ha llevado a Argentina es la que pretenden hacer en España”,[1] para luego colocar a la ciudad que conduce como “faro” de la libertad “Madrid está en sentido contrario y, por eso, cada día crecemos más. Aquí vienen personas huyendo de ustedes, del comunismo, del fascismo, del nacionalismo”. Su mensaje proselitista no se detuvo allí: “acá todos vienen a ser libres, todo pueden tener seguridad, libertad y ser acogidos como uno más. Puede ser ucraniano, ruso, palestino y, por supuesto, judío e israelí. En la comunidad de Madrid van a estar en su casa”, demostrando una vez más que la ultraderecha y sus representantes tiene claro que en la economía de plataformas, llamar la atención es el bien más preciado.
La centralidad abrumadora de la “nueva” ultraderecha en el escenario político occidental, ha desconcertado a muchos ciudadanos y democracias a escala planetaria. A diferencia del totalitarismo, el autoritarismo o el fascismo del siglo pasado, esta nueva corriente no se basa en la racionalidad, el discurso, la escucha y reconocimiento de los otros, sino en la identificación de líderes que canalizan las frustraciones de los jóvenes, en feeds cargados de fake news y conspiraciones que señalan a supuestos responsables de sus dificultades, desplegando a su vez un discurso anti-Estado que aboga por la privatización de servicios públicos vitales como salud, educación, vivienda y pensiones. Narrativa que favorece la transferencia de control a grandes fondos de inversión internacionales.
En coincidencia con lo reseñado más arriba respecto del pensamiento de los filósofos contemporáneos, Byung-Chul Han y Eric Sadin, a quienes también podríamos sumar a autores tales como Anna Clua Infante y Dardo Gómez Ruíz-Díaz (2024) y su libro La ultraderecha que ya está aquí, podemos señalar, a modo de cierre, que la ultraderecha contemporánea se encuentra en la intersección de un capitalismo voraz y una deshumanización de las relaciones sociales que facilita la propagación de sus ideas. Similar al fascismo, cosifica a quienes considera diferentes, culpándolos por los problemas del sistema. Esto resulta un ejercicio oficial de crueldad hacia una sociedad que parece resignarse a la injusticia como parte de la vida ciudadana. Es que según las propias palabras del presidente Milei, lo contrario a esa injusticia es la justicia social, a la que califica lisa y llanamente como un robo. Es decir, sacarles a unos para darles a otros.
Desde nuestro punto de vista, si no prestamos atención a su agenda, en curso acelerado y vertiginoso por las omnipresentes redes sociales, seguiremos siendo testigos inmóviles de la crueldad de esta corriente emergente que bien podemos caracterizar comototalitarismo de plataformas.
Referencias bibliográficas
Han, B.C. (2022). Infocracia. La digitalización y la crisis de la democracia, Taurus: Barcelona.
Clua Infante, A. y Gómez Ruíz-Díaz, D. (2024). De las fake news al poder. La ultraderecha que ya está aquí. Tres Cantos: Akal.
Innerarity, D. (2020). Una teoría de la democracia compleja. Gobernar en el siglo XXI. Barcelona: Galaxia Gutenberg.
Sadin, E. (2022). La era del individuo tirano. El fin de un mundo común. Caja Negra: Buenos Aires.
__________ (2023). “La primera consecuencia del desarrollo de la inteligencia artificial es lo que he llamado la mercantilización integral de la vida». Entrevista con Jorge Fonteveccia. Perfil: Buenos Aires. Recuperado de: https://www.perfil.com/noticias/periodismopuro/eric-sadin-la-primera-consecuencia-del-desarrollo-de-la-inteligencia-artificial-en-los-ultimos-quince-anos-por-jorge-fontevecchia.phtml
[1] Infobae (2024): «Conflicto diplomático: España oficializó el retiro de su embajadora en Buenos Aires», 29/5, disponible en https://www.infobae.com/politica/2024/05/29/conflicto-diplomatico-espana-oficializo-el-retiro-de-su-embajadora-en-buenos-aires/